top of page
jbjbj.jpg

Versión 2.0 de mí: gracias a
mis fracasos

POR NATALIA SERRANO

20 de marzo de 2025

Crecemos pensando que la vida es sino perfecta, casi, por lo menos en la primera etapa de nuestra vida. Cuando las preocupaciones no llegan a la categoría de “serias” y nuestras responsabilidades apenas empiezan una lista.

 

Sin embargo, una vez que crecemos un poco, aprendemos lo que significa la palabra fracaso. Y es duro escucharla. Ya sea un partido de fútbol que no ganamos, unas notas que no alcanzamos o incluso perder una amistad valiosa. A simple vista, para una persona en edad adulta, pueden parecer nimiedades, pero en cada etapa que vivimos, las preocupaciones y los fracasos evolucionan y con ellos nosotros.

 

Por eso, cuando crecemos y alcanzamos “esa edad adulta”, vivimos los fracasos de otra forma y no siempre somos capaces de encajarlos y sobretodo, buscarles una solución.

 

¿Y por dónde empezamos?

 

Lo primero es identificar el fracaso. Parece una obviedad, pero muchas veces, no tenemos la habilidad de determinar exactamente qué ha pasado y por qué. Nos centramos más en “castigarnos” por ese fracaso que en pararnos a pensar el origen del mismo.  En ocasiones, incluso ayuda escribirlo todo, ya que visualizar lo sucedido y tener constancia de forma clara y uniforme, puede ayudarnos en un futuro a montar una nueva estrategia.

 

Qué no se nos olvide nunca que, de cada fracaso, se aprende una lección. Otra cosa que, aunque siempre se dice, no siempre se interpreta bien. Los errores, al principio nos nublan y nos ciegan, pero también nos aportan conocimientos y experiencias sobre cosas, que previamente no teníamos, y que vamos a utilizar como herramientas para no volver a caer en lo mismo. Mentalidad de afrontar nuevos retos y metas desde otra perspectiva.

 

Es importante grabarse a fuego que de cada rechazo se extrae una lección valiosa.

 

¿Y cómo abordamos esa nueva estrategia?

 

Reinvéntate o muere. Esto no quiere decir que tengamos que dejar de hacer lo que estábamos intentando conseguir, sino más bien, plantearlo de otra manera.

 

Una autoevaluación de nosotros siempre va a ayudar. Cuando están todas las cartas sobre la mesa y se ven de forma ordenada, es más fácil establecer por donde vamos a ir.

 

Los famosos términos “iterar” y “pivotar”. Depende del tipo de fracaso que haya sido o del número de cosas que hayan podido salir mal, un proceso de iteración puede llevarnos a conseguir lo que estamos buscando, ya que realizar pequeños cambios en la forma de plantear el problema, pueden resultar ventajoso y conducirnos hasta dónde de verdad queremos llegar.

 

Otra cosa que ya son palabras mayores sería una estrategia de pivote, en la que, para avanzar y lograr objetivos, vamos a tener que cambiar nuestro enfoque y realizar cambios mucho más drásticos.

 

Lo bueno de haber llegado hasta aquí, es que, una vez conocido el fracaso, identificar qué estrategia seguir, nos va a resultar más fácil.

 

¿Otro consejo? Esperar lo mejor y planear lo peor. Que nunca nos pille desprevenidos y que siempre tengamos un plan B. Nunca se sabe en qué momento o cómo puede dividirse el camino que hemos tomado.

 

Por último, compartir experiencias. Nunca sabes por lo que otros han podido o pueden estar pasando en ese momento y muchas veces, esos consejos no buscados, son los que más nos pueden ayudar. Al fin y al cabo, fracasos vivimos todos, todos los días. Nos sorprendería la cantidad de personas que pueden estar en la misma situación que nosotros.

 

Y esto, en general, deberíamos aplicarlo a todo tipo de fracasos. Las situaciones pueden ser diferentes, pero el modo de actuación es el mismo.

bottom of page